M´encontraba arrecohtao sobre la enorme jhiguera que noh
acobijhó a mí, a mi señora ehposa, y a nuehtroh cuatro hijhoh. No era ehcapah aquella
noche de pegá ni siquiera un ojho. Miraba a mi mujhé de reojho, un rato sí y
otro tamién. S´había arrellanao entre loh surcoh que formaba la tierra d´aquel
barbecho. Tumbaos sobre su regaso, loh doh hijhoh mah pequeñoh. Pegaba unoh
ronquioh que ehpantaban a to bicho viviente que s´atreviera a pasah p´allí. No
se ehcuchaba el croar de lah ranah de la rivera sercana, lah chicharrah habían
dejhao su ensordesedoh canto pa mejhon ocasión. Loh otroh doh, loh mah mayoreh,
utilisaron la pansa del burranquillo pardo a modo de armuada.
¡Qué
bicho mah güeno, no se cohcaba pa na, pa na!
M´alevanté
del suelo con mucho ehfuerso. Saqué la pitillera del bolsillo de la raída camisola.
De su coló blanco no queaba ya ni una mijhina de tela. La abrí y cogí el último
sigarrino que me quedaba. Lo ensendí con
mucho cuidao, no era cuestión de desperdisiah loh mihtoh y loh nesesitaba pa
jhasé candela. Aunque a desí verdá, no
se meneaba ni una fronsia de viento por aquel parajhe.
¡Qué
ohcura ehtaba la noche!
¡Qué
duro ehtaba el troncón!
¡Cuánto
mieo por mih niñoh!
Poco a
poco, como con mieo, m´aserqué a onde
dormían loh mah mayoreh. El burranco y loh doh niñoh alevantaron la morra
al sentí el sonío de loh terroneh de barro ehtripándose bajho mih pieh. Me miraron
con loh ojhoh entreserraoh y se volvieron a arrellaná sobre el burro. El animá se
queó un rato mah observándome con esoh doh grandeh ojhoh, como loh de loh
buhoh. Paresía que pretendía desime que to iba bien.
Volví
sobre mih propiah pisah jhata el lugá onde dejhé roncando a mi mujhé. M´agaché
pa asina podé vé a loh chiquinoh mah de serca. Flacoh del to y demacraoh, pero
paresían seguí rehpirando. Le di una última calá al sigarrino y lo dejhé caé al
suelo. Lo apagué dándole un jhuerte pisotón.
Ehtaba
reventao aquella noche. M´aserqué al troncón de la jhiguera a poquito a poco y
me dejhé caé sobre él. Caí reondo.
Loh
primeroh rayoh del sol cayendo sobre mih ojhoh como si jhueran puñaleh, me
dispertaron. Parpadeé doh o treh veseh, hahta que pude vé con algo mah de
clariá. Un jhuehte ehcalofrío recorrió mi ehpinaso d´arriba abajo. Ahí seguían
toh elloh, en pie, dihpuehtoh a acompañame en mi viajhe a ninguna parte. Me
miraban como sonriyendo, hahta el burro paresía jhaselo. Mi mujhé me saludaba
con la mano.
¡Qué
guapa que ehtaba a la claridah del día!
¡Qué
percudioh loh chiquinoh!
¡Cuánta
jhambre leh había tocao de pasá a loh pobreh mioh!
¿Por
qué, Señó?
¿Por
qué me dejhahte a mí pal último?
¡Llévame
ya con elloh, no me hagah mah de padesé!