Con mucho más esfuerzo del que
esperaba, consiguió encaramarse en la pequeña banqueta. Primero levantó un pie
y lo apoyó en el asiento. Acto seguido, agarrado con fuerza al canto de la
puerta del armario, consiguió elevar el otro y tener los dos pies apoyados en
la anea de la banqueta. No tendría más de treinta centímetros de alta, pero
debido al paso de los años, todas las articulaciones y en especial las
rodillas, no paraban de darle disgustos y más de un quebradero de cabeza. Usaba
el pequeño banco cada mañana. Se sentaba en él para calzarse las botas de la
marca segarra de manera cómoda. Lo tenía colocado en un rincón del cuarto, pero
esta vez, como tantas otras, lo iba a utilizar a modo de escalera.
domingo, 28 de septiembre de 2014
SOL CON UÑAS
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